martes, 6 de noviembre de 2007

La orden final del Caballero / ¿Amigo o Enemigo? - Compilación #2

El tema de esta compilación se divide en 2, cada parte corresponde a cada una de las escenas:
  • La escena I (La orden final del Caballero) es la de los héroes que se encuentran en una caravana, viajando desde Newport en dirección a Solace
  • La escena II es la de los dos héroes que emprenderán una travesía en búsqueda de un mineral llamado obsidiana.
Mientras los dos grupos de jugadores estén separados mantendremos las escenas por separado.

En este momento aunque sólo se han publicado (contando éste post) 2 compilaciones, el juego ya ha tenido 18 compilaciones y aún los grupos no se han unido.

Sin más aclaratorias de mi parte, a continuación tienen la Compilación #2

-12 de Septiembre, año 32 Saer Cataclius.

"Sepan, amigos míos, que al caer la tarde el día anterior al de la
partida de la caravana de la que les hablo, Tarasal Almondeyes
Pocketfinder escribía las últimas líneas del libro que relataba las
experiencias de la más reciente de sus grandiosas aventuras.
Comenzaba a sentir inquietud por emprender camino a otros rumbos,
cuando se enteró que a la mañana siguiente, partiría una caravana
hacia Solace. Lleno de emoción y de la natural curiosidad de un
kender, ante la posibilidad de irse en una nueva aventura y de tener
más historias que vivir, relatar y escribir, decidió que iría a dar
un vistazo.

Además.. aprovecharía en llevar a su amigo Skimpiut Bratlip, y al
huésped de su cuerpo, el alma de un kender fallecido durante el
exterminio de Kendermore, a ver el homenaje a los últimos héroes.
Posiblemente la visión del homenaje a "su tío Tass" podría subirle
los ánimos y permitirle descansar en paz (al fallecido, por
supuesto). Ya sabéis como son los kenders.

Después de asegurarse de llevar en su mochila todo lo necesario (y lo
no tan necesario) para irse de viaje - como unas buenas cuerdas, un
libro para anotaciones, una manta, algo de comida, ponche kender,
yesca y pedernal, un cuchillo y otros utensilios, parte de su
colección de plumas, etc. - y de percatarse de que en el bolso donde
llevaba a Peni (este era el nombre de su compañera ardilla voladora)
hubiesen suficientes semillas y frutas para ella, se acercó corriendo
(arrastrando prácticamente a su "poseído" amigo) y dando brincos
encontrose con las 12 carretas que componían la caravana.

¡Sí! ¡Por supuesto que era la misma caravana!

Tarasal al localizar el líder de la misma, se dirigió de inmediato
hacia él. Mientras se acercaba, pudo constatar una actitud de
incomodidad, en el simpático señor. Parecía que su saco y correas le
causaban alguna molestia - "si no, ¿porqué se las acomodaría tanto?" -
se preguntó el kender.

Al llegar, le dio un efusivo saludo y le dijo: "¡quiero ir en la
caravana! ¿necesitas ayuda?"... mientras acordaba estos
pequeños "detalles" con el líder, Tarasal decidió que si iba a viajar
en esa caravana, entonces debía ser un viajero de utilidad durante
todo el viaje, así que resolvió socorrer al líder, con aquello que
tanto le incomodaba... aunque él no pareció apreciarlo... (eh... en
realidad ni siquiera pareció notarlo... )

Por unos segundos, reflexionó si le prestaría alguna otra ayuda de
inmediato, llegando a la conclusión de que, como es el líder de la
caravana debía tener demasiadas responsabilidades, así que lo más
apropiado era aligerarlo de tantas ocupaciones y asignarse una
responsabilidad a sí mismo.

Luego, de hablar y "ayudar" al líder, Tarasal examinó al grupo y sacó
su libro de la mochila para hacer algunas anotaciones sobre su nueva
amistad con el líder, y el aspecto de sus acompañantes de viaje.

El líder, descargado imperceptiblemente de alguna pequeña porción de
sus pertenencias en el forcejeo... eh... saludo... con el kender,
decidió aprovechar el alejamiento del mismo para culminar negocios
con los dueños de la doceava carreta. A lo mejor el kender había
encontrado otra ocupación mejor.

Al ver a las dos elfas, la emoción que Tarasal había sentido el día
anterior se incrementó, pensó: "¡estas gentes suelen ser un poco
serias y aburridas, pero tienen objetos hermosísimos e increíbles!" y
al percatarse de la presencia del anciano ensimismado, una gran
curiosidad lo invadió, se dijo "¿qué es lo que tanto ve este
anciano?, ¿en qué estará pensando?... habrá que averiguarlo!".

Con sólo un poco de cautela, pues no deseaba interrumpir bruscamente
al anciano, se le acercó y le preguntó: "¿se siente bien?, ¿algo le
preocupa?"... A lo que el viejo respondió: "¿qué? ¿que si algo me
preocupa? ¡Ah! no. En realidad sí. Pero mientras algo me preocupe, no
me preocupo, porque significa que sigo siendo yo mismo, con mis
preocupaciones, y no uno de esos engendros... Pero es que no termino
de entender... oh.. ¡Claro!..." Pero de repente el anciano volvió a
enfocar sus ojos en la pecosa y puntiaguda nariz del kender y
dijo: "¡Pero lo que más me preocupa es que pase los últimos momentos
de mi vida dejando que mis últimas reflexiones en vida sean recibidas
y divulgadas de manera distorsionada, por una sanguijuela como tú!
¡Shu! ¡Shu! ¡Manténte lejos de mi bastón o lo lamentarás!".

Luego de una rutinaria maniobra evasiva, y prosiguiendo con su
indagación sobre las distintas personalidades que formaban esa
caravana, Tarasal se tropezó con una mujer mugrienta y vestida con
trapos rotos. Luego, de observarla con detenimiento, pudo advertir
que se trataba de una figura con una belleza escondida, se dijo en
voz alta "pero muy en el fondo " y no pudo evitar decirle "¡a ver si
te das un bañito! ¿eh?".

Por último, al descubrir una carreta vacía, dijo en un tono de voz
muy alto "¡Vacía!, ¡no puede ser!" y decidió que averiguaría más
sobre el asunto. Durante la primera noche de viaje, estuvo atento y
cerca de Gregory Hilltop y Kielan Carr. Percibió que Kielan Carr era
una persona muy reservada y un poco aburrida, así que decidió
entretenerlo con varias de sus mejores historias de aventuras, pues
estaba convencido de que a él le interesarían. Gregory Hilltop
definitivamente era un tipo simpático, aunque distante... al menos
con él.

* * *

Durante el viaje, el mercenario Aelensar se sorprendió viendo más y
más a "la chica de los harapos". Le asaltaba la curiosidad de saber
qué había visto en ella que le pareció conocido. Quizás un alma
gemela, quizás sólo un hermoso cuerpo... Pero no, tenía que ser más
que simple atracción sexual.

"No parece estar acostumbrada al trabajo duro, ni tiene cicatrices, o
heridas de haber vivido en la calle. ¿Qué puede haberle pasado para
haber caído en esta situación?" - pensó Aelensar.

"Y esos ojos..."

Para sus adentros, Ael (que así le llamaban los de confianza)
reflexionó - "Ella tiene su trabajo, y yo el mío. Pero si en algún
momento la veo pasándolo mal con algo que deba cargar, pues seamos
caballeros" - rió entre dientes - "y ayudémosla."

* * *

La harapienta y enigmática viajera había pillado al mercenario
mirarla de reojo varias veces cuando éste pensaba que ella no se daba
cuenta. Su lenguaje corporal era la típica reacción masculina ante
una mujer que le llamaba la atención. "Espero que este sujeto no vaya
a ser un problema, me echarán de la caravana si ocurre un
espectáculo." - se descubrió pensando la humana, no sin cierto
sentimiento de superioridad, que le venía quién sabe de dónde.

Pero sus ojos eran otra historia. Parecían tristes, pero con un ardor
de conflicto interno. "Hay que cuidarse del mercenario, es más de lo
que aparenta ser." Consideró prudente guardar distancia hasta saber
más de él.

Llamativa resultó la llegada de una carreta vacía. Vacía no de
conductores, pues tenía tres, sino de carga. Dos hombres venidos del
mar, según parecían evidenciar sus sables y vestimentas, y un Guardia
de la Ciudadela de la Luz (¿cómo lo sabía?), se transportaban en
dicha carreta. Evidentemente ninguno de los marinos era bárbaro,
concluyó la harapienta mujer sin memoria, sorprendiéndose ligeramente
de su razonamiento. Uno de ellos parecía un hombre experimentado,
como quien ha llevado muchos golpes en la vida, pero nada más en él
llamaba su atención.

Sin embargo, el otro marino le parecía extremadamente familiar. Y
atractivo. Vestía pantalones, botas y guantes de cuero negro,
acompañados de una camisa ancha de manga larga y una capa azul
oscuro.

* * *

Durante las primeras noches de viaje, Kieran Carr pasó sus guardias
mirando fijamente a las fogatas. Sentado. Pensando. Y en ocasiones
conversando, pues eran esos los momentos en los que era más accesible
para entablar conversación, aunque en ningún caso podría decirse que
fuese un gran conversador.

Su cara, inexpresiva la mayor parte del tiempo, junto a su corta
camisa sin mangas, pantalón de tela, botas sencillas, bolso de
ganancias y su inseparable sable (aunque no fuese suyo), constituían
su primera barrera de defensa ante las intromisiones en su vida
personal. No vaya a ser que intentasen averiguar algo de su incómodo
pasado.

* * *

Por su lado, Tarasal, cuando no estaba ocupado en investigar algún
asunto que le llamara la atención o de cuidar las cosas de los demás,
Tarasal se dedicaba a escribir algunas frases en su libro y a
compartir con Peni, enseñándole un par de nuevos trucos. Los demás
participantes de la caravana también podían advertir que Tarasal
pasaba buena parte del día "conversando" con su ardilla, llegando
algunos a considerar que esas pláticas eran un tanto extrañas.

El kender había logrado algo de aceptación, o..
digamos.. "tolerancia", al ofrecerse como ayudante de cocina, y
como "explorador de vanguardia", caminando siempre un poco más
adelantado que el más adelantado de los escoltas de la caravana. Su
compañero de viajes, siempre taciturno y silencioso, hacía su mejor
esfuerzo para seguirle los pasos al chicharachero y "emplumado"
kender que insistía en llevarlo a la tumba de su tío.

* * *

30 millas al nor-noroeste, frente a un par de jarras de cerveza,
Gwydeon Medio-elfo, y Argento D´Alessandro discutían en voz baja los
últimos detalles de su pequeña excursión al risco rocoso ubicado al
sur de Solace. Gwydeon Ragnarok, como hechicero legionario aún no
acostumbrado a sus nuevas habilidades mágicas, afrontaba a los
recuerdos que estas le traían de su antigua vida adolescente como
mago túnica roja, antes de la Guerra de Caos.

Pero el tiempo había pasado. "Demasiado rápido, y lento al mismo
tiempo" -se decía a sí mismo, al sorber lo que quedaba de la espuma
ya caliente de la cerveza. Ya era el año 32 después del llamado
Segundo Cataclismo. Y ahora tenía nuevamente sentido su vida. Ya no
era sólo un hombre más con una espada en la espalda. Era un hechicero
formado por su Maestro, un Legionario de Steel, y su propósito
próximo estaba ahí, frente a él. No era precisamente la jarra de
cerveza, sino la veta de obsidiana que debía investigar. Una posible
nueva forma de encantamiento estaba raramente relacionada con el uso
de la obsidiana, según rumores de un grupo de elfos rebeldes de su
patria natal le habían indicado. Se le había confirmado este rumor en
la Legión de Steel, y su misión de prueba, que le permitiría
convertirse en un Maestro Legionario, era develar este misterio. Una
vidente Legionaria había presagiado su descubrimiento hacia el año 32
o 33 Saer Cataclius. Pero en su visión siempre lo visualizaba sólo,
así que debía ocurrir durante su misión en solitario. No le debía
acompañar su Maestro. Ni tampoco un inexperimentado aprendiz. Otras
personas podrían estar, pero él sería el único Legionario.. que él
supiese, al menos. Afortunadamente una conversación con el pequeño,
robusto y bonachón leñador humano, Argento, le había revelado la
ubicación de una veta de obsidiana en el risco que se encontraba a lo
lejos. Hubiese podido entrever el risco si no fuera por el gracioso
vitral que adornaba la ventana de la célebre posada "El Último Hogar"
y las innumerables ramas de los demás vallenwoods sobre los cuales se
encontraba la mayor parte de las casas de los habitantes de Solace.

"Me llevo mi espada, mis dos dagas, mi arco largo y mis flechas" -
revisó mentalmente el medio-elfo oriundo de Qualinesti- "creo que 22
flechas bastarán. Llevo también mi cuerda de 15 metros, con su
garfio, mis raciones de viaje, mi bota con agua, el pico de minería
que me prestó el enano amigo de Argento, y la alforja donde guardar
un trozo de la obsidiana. El plan, entonces, es recogerla y luego ir
a hablar con el enano que residía en la casa del célebre Flint
Fireforge, para ver si él me puede decir más cosas acerca del
material o si sabe quién es capaz de trabajar con esa piedra
preciosa."

Gwydeon palmeó la espalda de su amigo, - "habrá que ver ese lugar" -
le susurro al oído, consciente de que no debería revelarle a toda la
posada la razón de su expedición. Obtener un poco de esa roca extraña
le permitiría saber algo de sus propiedades. ¿Sería que el rumor de
la daga mágica de obsidiana había sido una confusión, y la misma era
un objeto mágico de épocas anteriores a la Guerra de Caos?. Si ese
era el caso, no dejaba de ser un gran peligro el que un objeto mágico
(porque estaba casi seguro de que eso era) cayera en manos
equivocadas, o mucho peor, en manos de los Caballeros de Takhisis...

Luego de la amena charla y la fría cerveza como recompensa de un día
de duro trabajo, Argento accedió a llevar a su joven amigo a ver lo
que desde tanto tiempo le tenía inquieto: "una veta de obsidiana en
los riscos de las afueras de Solace". El Medio-elfo había dicho algo
que a Argento fue como si le hablase en idioma de dragón porque no
entendió mucho de lo que escuchaba. No es que alguna vez hubiese
hablado con un dragón... pero alguna vez encontraría a El Verde en el
bosque y... bueno, quién sabe qué podría ocurrir. Ante las
precauciones de Gwydeon, Argento sólo pudo sonreír. No entendía cuál
era su preocupación, pero seguramente es por ser
Legionario. "Extraños modos de pensar y de actuar, es un Legionario
después de todo" se dijo y tomó su hacha y se encasquetó su capucha
de cuero.

El Legionario tomó también sus alforjas, y siguiendo a su bajo pero
rudo compañero, se dirigió a la puerta, mirando de reojo todos los
rincones de la posada, asegurándose de que nadie hubiese escuchado
esa conversación, o al menos, nadie caminara sobre sus pasos.

Argento, por otro lado, no parecía precisamente un leñador más. Desde
que tuvo que aprender a usar su hacha doble para separar algo más que
corteza, en la defensa de algunos intentos de invasión a Solace,
lleva una armadura de cuero y un protector de cuero para su cabeza.
Su hacha, un poco más larga que la mitad de su altura (tenía como
unos 80 cms de largo), descansaba sobre su espalda, meciéndose con su
tosco caminar. El hacha siempre iba con él... y como todos en Solace
sabían, no era para fastidiar a nadie sino sólo porque él "adora su
hacha".

Al mirar a Gwydeon vigilar la retaguardia antes de tomar el sendero
que los llevaría a la veta, no pudo sino suspirar. El medio-elfo
parecía más apresurado que nunca. En fin, transcurrían ya 4 meses de
los 6 que se suponía debían pasar como máximo para cumplir la misión
que le asignara la Legión de Steel. Siempre se había sentido
inclinado a aconsejar al muchacho. Había llegado hacía ya año y medio
a Solace, y se convirtió en aprendiz de Legionario y de las artes de
la nueva hechicería. Sin embargo, siendo el medio-elfo un tipo
básicamente solitario y al principio bastante taciturno (digamos que
algo descentrado), en algún momento luego de su llegada no pudo sino
acercarse a sacarle conversación. De ese momento había nacido una
camaradería muy cierta.

Repasó mentalmente una vez más el camino al risco de la veta de
la "cosa" negra. El joven le había preguntado acerca de lugares donde
él supiese que habría obsidiana. El leñador le había contestado que
no tenía la menor idea de lo que era esa tal "osciliana". Ahora si
había aprendido a decir el nombre del mineral, del cuál supo que
sabía gracias a la interesante descripción del Legionario. La misma
coincidía con lo que recordaba haber visto en aquel risco, mientras
buscaba un árbol bueno para talar.

"No todos los árboles eran buenos para talar"- pensaba Argento-
. "Algunos eran saludables. Otros eran de dudoso futuro, y quizá
estaban en su último esfuerzo de surgir, pero esa esperanza era menos
beneficiosa para el bosque, que el posible crecimiento de los
juveniles árboles a nivel del suelo". Una misteriosa dama envuelta en
capas le había aconsejado al respecto hacía ya muchos años. Mucha
niebla había aparecido junto a la mujer, así que había decidido que
mejor era no molestar a las mágicas gentes del bosque. Después de
todo le agradaba caminar por el mismo. En él se sentía más a gusto
que entre la gente bien vestida y pretenciosa de honores.

Tomaron rumbo a los riscos y justo a la salida del pueblo sucedió
algo extraño...

Gwydeon notó, mientras daban vuelta al último árbol Vallenwood
habitado de Solace, que alguien lo observaba desde adentro del
pueblo. Una figura encapuchada en una capa gris oscuro les seguía con
la mirada desde un lugar semi-oculto por las ramas bajas de un roble.

Sin apurar el paso, Gwydeon dejo que los mismos arboles del camino se
interpusieran entre ellos y la figura encapuchada. Nunca olvidaba un
rostro, y tomo especial precaución en recordar lo poco que había
visto de ese extraño personaje -"Odio a la gente indiscreta"- se dijo
a sí mismo mientras que trataba rápidamente de crear un plan. Cuando
parecía que se habían separado bastante del pueblo, le dijo con voz
baja y clara (como para que su amigo no tuviera que preguntar de
nuevo sobre que le hablaba) - "Creo que nos siguen, pueden ser
ladrones comunes o algo peor, estate atento y trata de dar tantas
vueltas puedas antes de llegar a la veta, quizás con eso ganemos algo
de tiempo" - Y dicho esto, casi inconscientemente, dejó que su mano
tomara el arco, tal vez lo necesitaría mas tarde...

Argento no supo si los nervios traicionaban a Gwydeon por creer que
se acercaba a lo que había buscado desde que llegó a Solace, o si se
trataba de una preocupación justificada (o justificable). Argento
trató de ver por el rabillo del ojo pero sólo vio árboles, maleza y
un corto trecho de camino pero no vio a nadie más detrás de ellos. El
camino a la veta era casi directo, pero ante la sugerencia del joven
prefirió recorrer un poco los árboles más vistosos de la zona, esos
que alguna vez juró que nunca derribaría. Así que sugirió mediante
una seña que dejasen el camino abierto, cosa que no le molestaba ya
que el bosque era su lugar; aguzando los sentidos mientras descolgaba
su hacha y tomaba una piedra de amolar que llevaba siempre en el
bolsillo, con una mezcla de expectación y duda. Comenzó a afilar su
hacha, esperando la respuesta de Gwydeon.

Pero Gwydeon no parecía querer hablar, cada sonido superfluo podría
afectar su estado de alerta. Presto atención con todos sus sentidos a
cada rama que caía, pero intentando no dejar que sus nervios lo
traicionasen, y terminara enterrando una flecha al primer pájaro que
pasara demasiado cerca. Miro a su compañero, el cual no parecía
demasiado preocupado, algo expectante tal vez, afilando su hacha con
una aparente calma. Gwydeon tan solo esperaba que sus posibles
perseguidores cometieran el más mínimo error, el último de toda su
vida. Porque la verdad es que, en sus años como mercenario, cuando su
vida se reducía a blandir una espada por unas cuantas monedas de
acero, ya se había enfrentado a infinidad de emboscadas, y había
aprendido un par de trucos para escapar de ellas. Y ahora volvía a
tener su magia, una quizás algo diferente de la Alta Hechicería con
la que se había enfrentado a las huestes de Caos, pero era ahora su
gran orgullo, su más preciada arma. Ya la había usado en las
aventuras con su maestro, pero esta seria su primera vez sólo... Sólo
sabia que los arboles que a lado y lado se levantaban podían ser su
peor amenaza, pero a la vez, su mayor ventaja ante cualquier ataque,
intentaba a su vez escuchar el murmullo de algún río, allí una
batalla contra varios enemigos, usando sus habilidades, podría
resultar mas interesante.

Respiró profundo, y siguió a su amigo.

Argento pensó, segundos después de dar la primera pasada a la hoja,
que mejor no debía afilar su hacha en ese momento. Eso podría
distraerlo recordando viejos momentos y maderos caídos... aunque en
realidad no quería poner más nervioso a Gwydeon haciendo como que no
le prestaba importancia al alerta que éste había dado. Mejor sólo
llevarla en la mano; podría ser sólo una vieja del pueblo, de esas
que quiere saber qué sucede siempre a su alrededor para luego
comentarlo con detalles añadidos, mas podría ser realmente una
amenaza que, de conocer al pequeño pero fornido personaje,
seguramente lo pensaría dos veces teniendo éste su hacha en la mano.
Como se dijo, segundos antes de sacar su hacha había dado una señal
de sugerencia al medio-elfo para adentrarse más en el bosque, dejar
el camino fácil para evitar ser seguidos. Menos de un minuto después
había guardado la piedra de amolar en uno de sus grandes bolsillos.
Pensó, además, que si se internaban en el bosque, su segundo hogar,
podría enseñarle algunas cosas al joven legionario de ese mundo bajo
los árboles. Tal vez lograría que apreciase ese ambiente tanto como
él. Ese pensamiento le reconfortó y se dijo a sí mismo que nada malo
podría sucederle al amparo de los grandes árboles... así que sin
esperar por la respuesta de Gwydeon y, con una sonrisa en el rostro,
sintiéndose como rey entrando a su reino se internó en la espesura
del bosque. Iba hacia el sur-este, hacia el hermoso valle que se
encuentra entre Que-Kiri, Solace y el Bosque Oscuro. Había allí un
bajo entre dos de las montañas que definían al valle, que permitía
acceder al mismo. Era en ese espacio entre cimas en donde se
encontraba el risco de la veta de "la cosa negra".

* * *

De entre la espesura que les aguardaba en el trayecto, Argento y
Gwydeon fueron sorprendidos por dos figuras encapuchadas. Una de
ellas pudo ser reconocida por el medio-elfo como la que los espió
desde Solace. La otra, a la derecha de los héroes, ya había arrojado
unas bolas (arma lanzable utilizada por algunas tribus bárbaras) a
los pies de Argento, quien apenas tuvo tiempo para intentar
esquivarlas. Las bolas enredaron sus toscas extremidades exteriores,
finalizando la maniobra con los respectivos 3 golpes secos de las
pesadas bolas envueltas en cuero. Argento se tambaleaba aún cuando
notó que sus orejas se cerraban sobre si mismas, impidiéndole
escuchar, y sus párpados se juntaban.

La otra figura no hizo ningún ademán de ataque a Gwydeon, sino que
levantó su mano haciendo una señal que el medio-elfo pudo reconocer
como una seña secreta de la Legión de Steel. La oscuridad de la noche
le impidió detallar las caras de sus atacantes, quienes al parecer
esperaban por la reacción del Hechicero Legionario.

* * *

A esa hora en esa misma tarde, volviendo 30 millas al sur-sureste, la
caravana avanzaba ya por entre las colinas limítrofes del Bosque
Oscuro, por la izquierda, y el arrolluelo de Solace (que más atrás se
unía con el río White-rage). Hacía ya mediodía que habían dejado el
asentamiento Qué-Teh, poblado de una tribu de bárbaros de las
planicies.

En su paso por este asentamiento, el mayor interesado en el "turismo"
y las baratijas que pudiesen conseguirse entre los bárbaros de las
planicies, había sido Tarasal. Con gran afán e interés buscó nuevas y
diversas plumas para incrementar su abundante colección.

En esa hora, en la que el cielo empezaba a ruborizarse hacia el
occidente, aquellos de la caravana que no habían percibido la
anomalía que surgió súbitamente en el borde de las colinas que
ocultaban al Bosque Oscuro, se enteraron del fenómeno al mirar al
resto de los viajeros quienes observaban con extrañeza lo que ocurría
a la izquierda del sendero. El bosque que terminaba con las colinas,
no tan verdes por la cercanía del otoño, súbitamente había cambiado.
Parecía también haberse "acercado".

Lo extraño no es que ya no fuese un bosque. O que no fuese el tipo de
vegetación. Sencillamente los árboles no eran los mismos, ahora eran
altos y más cercanos. Un parpadeo antes, Gregory Hilltop habría
jurado que observaba una baja colina que sostenía unos cerezos y
sauces de tamaño mediano. Ahora observaba unos altos Vallenwoods,
cedros, manzanos y robles. Su color apagado, en contraste con los
bosquecillos que bordeaban al valle por donde corría el sendero a
Solace, sólo era superado en incoherencia por la espesa niebla que
parecía yacer inmóvil entre los troncos de los árboles.

Tarasal Pocketfinder con una mirada de gran intriga y sorpresa
observó la ubicación actual y recordó la que anteriormente tenía el
bosque. Experimentó un gran asombro ante lo que observaba porque por
un momento se quedó "casi" inmóvil, pero ese momento fue tan largo
para él, que comenzó a hacer movimientos rápidos con sus brazos
porque se le estaban acalambrado.. y en parte para compensar la
inmovilidad un poquito, a la que poco están acostumbrados los
kenders. Peni, su ardilla voladora, que se encontraba cerca de su
cuello se metió en el bolso súbitamente. El kender miró
desenfocadamente hacia el vacío durante un minuto, y movió sus manos
como si fuese a recibir un abrazo del aire que lo rodeaba, mientras
su rostro se volvía un poco más serio de lo normal.

Un grupo de 10 jinetes elfos y 9 caballeros cubiertos de armaduras
negras, emergieron de la incongruente niebla, cabalgando a toda
prisa en dirección a la caravana. Al salir del bosque, uno de los
caballeros, con una poblada barba negra y nariz aguileña alzó la mano
derecha, que portaba una espada, en señal de pausa. El grupo de
recién llegados se frenó a lo que un kender podría catalogar
como "distancia de tiro de piedra", del costado izquierdo de la
caravana.

Una pregunta se formó en la mente de Aelensar el mercenario - "¿Qué
demonios está pasando aquí? ¡Estoy seguro de que no había ningún
bosque hace un momento!" Miró, sorprendido, hacia el banco de niebla
entre los árboles, y a las amenazantes figuras que acababan de salir
de él. "¡Caballeros de Takhisis! ¡Y parecen tan sorprendidos como
nosotros!" - pensó con una sonrisa mental.

Rápidamente, Aelensar repasó lo que sabía del grupo: Que hacia ese
bosque, y hacia el sur, están los dominios del dragón verde, llamado
Beryl. Que él gobierna al reino elfo de Qualinesti a través de los
Caballeros de Takhisis. Que se dice que el "Orador de los Soles" (el
rey élfico), es el hijo de Tanis y Laurana. Y que se dice de él, que
sólo es un títere de Beryl. Por lo tanto no era demasiado extraño ver
a unos elfos junto a caballeros oscuros, aunque a decir verdad, era
esta la primera vez que veía algo así con sus propios ojos.

Pendiente en todo momento de lo que estaba aconteciendo, Aelensar
comenzó a ponerse en posición adecuada para afrontar lo peor... O lo
mejor, pensó, mientras una predadora sonrisa de medio lado marcaba su
rostro, y su mano se ceñía en torno al mango de su espada.

Tarasal exclamó, por su parte: "¡Aja!, y ellos ¿qué querrán?"...
olvidando al parecer su extraño trance para continuar luego.

El caballero oscuro giró su caballo toda una vuelta sobre sí mismo,
mirando sorprendido los alrededores, al parecer más impresionado por
el pasto que por cualquier otra cosa. Tras un segundo de reflexión,
acercó su caballo 5 pasos a la caravana y gritó: "En nombre de la
Reina Oscura, les exijo indiquen en qué dirección huyeron los
rebeldes. No tenemos intención de derramar vuestra sangre
innecesariamente, así que olvidad vuestras armas y responded a mi
pregunta. Si obráis así dejaremos que vuestro camino vuelva a sus
pies."

Una voz chillona exclamó desde la vanguardia de la caravana -
"¿Rebeldes?, ¿cuáles rebeldes?, ¡yo no he visto ninguno!". Al
observar con más detalle a su intempestivo interlocutor, concluyó el
kender en voz alta -"Tú te pareces más a lo que yo llamaría un
rebelde".

"¿Rebeldes?" - se preguntó también Aelensar para sus adentros,
compartiendo con el kender (y el resto de la comitiva) su extrañeza.
Su buen juicio le decía que se ocultara tras una de las carretas,
desde donde podría guarecerse de los ataques, y quizás escapar sin
ser descubierto. En ese descampado, sin armas con las cuales
enfrentar ese batallón, y superado numéricamente, era un suicidio
hacer frente al grupo.

Los caballeros de negro, ignorando el comentario del kender, miraron
a la caravana con expectación y expresión orgullosa, el Sol de la
tarde reluciendo en los intrincados diseños de las placas de sus
armaduras, que emulaban las formas de calaveras, y lirios. Los elfos
miraron, por su lado, tanto a la gente como a sus alrededores,
escrutando incrédulos la pradera con expresión pesada, grave y
confundida. Cada uno de ellos llevaba un arco y una espada larga,
prestos a cualquier indicio de orden de ataque."

"¡Arcos y magia! ¡Maldición! ¿Una espada no es lo mejor para
enfrentarse a un grupo con ambas cualidades... Pero eres todo lo
Aelensar siempre ha necesitado, verdad, belleza?" - pensó el
mercenario, mirando de reojo a su espada mientras la sonrisa volvía a
su rostro.

Obviamente, hizo lo que sabía desde el principio que haría. Le habían
contratado para defender la caravana, y en ella había mucha gente
indefensa. ¡Y una mierda! ¿Por qué ocultar la verdad? Aunque
estuviera él sólo, y aunque no le hubieran pagado nada ¡estaría más
que contento de luchar esta batalla!

* * *

Dado que estaba en una contemplación interna - aprovechando el
momento libre de quehaceres - la mujer cubierta de harapos no
advirtió la llegada de los jinetes hasta muy tarde cuando ya estaban
encima de la caravana. Los sujetos lucían desagradables y peligrosos.
Aunque comprendía poco de la situación su intuición le decía que nada
bueno iba a resulta de este encuentro. Al ver las imágenes de las
calaveras en las placas metálicas de las armaduras, el vidrio de su
consciencia se empañó con nubes de recuerdos dolorosos y confusos.
Miraba a su alrededor, pero al mismo tiempo no lo hacía. Una parte de
ella parecía estar en una vasta oscuridad, tensa y agotada de dolor.
Pero nada más recordaba. Una cosa era clara: recordaba haber deseado
la muerte.

* * *

Greg Hilltop se alarmó al observar a los jinetes. La batalla podría
empezar al siguiente respiro. Mientras su mano izquierda liberaba el
seguro de la vaina de su sable, lanzó tres miradas.

La primera fue dirigida a Carr y al guardia de Goldmoon, a los que
levantó un poco la mano, como señalándoles esperar y cubrirse atrás.
No les atendió más.

El Guardia de Ciudadela se sorprendió ante la proactividad del marino
ante la tensa situación, pero, aparte de soltar el seguro de su
espada ancha, y ubicar con su vista el escudo en la parte posterior
de la carreta, no hizo ninguna otra cosa, ni osó abrir sus labios.
Hasta la respiración parecía ser demasiado sonora en comparación con
el tenso silencio ocasionado por el mandato del Caballero de Takhisis.

La aparición súbita y extraña de semejantes personajes tomó
completamente por descuido a Kieran. "¡Qué demo...!" fue lo único que
pudo barbotar antes que la caravana estuviese flanqueada.
Sencillamente fabuloso, pensó. Salteadores, y muy bien preparados.
Sin embargo, al escuchar las palabras del aparente líder de
los "salteadores" se quedó perplejo. "¿Rebeldes? ¿De qué me está
hablando este fantoche? ¡Y de paso nos habla con tal prepotencia!
¿Qué se ha creído el muy...?". Antes de que pudiera seguir con su
línea de razonamiento, un escalofrío recorrió su espalda al ver que
Gregory, osadamente, avanzaba hacia el líder con su mano alzada. Poco
le importó que segundos antes su reciente pero carismático compañero
le hubiera indicado que se quedara en la retaguardia.

Kieran Carr murmuró sin observar directamente a Hilltop -"Si llegan a
disparar, lo mejor es no convertirse en un blanco fijo y apuntar
hacia el bosque. Allí les será más difícil encontrarnos".

La segunda mirada de Greg Hilltop la dirigió al cielo vespertino. Una
sonrisa torcida apareció fugazmente en su cara.

La tercera, la más larga, la dirigió a los otros miembros de la
caravana. Observó la actitud de los arqueros y la tensión de sus
armas, así como cuán cubiertos estaban. En ello descubrió que los
arqueros parecían aún más expectantes que los caballeros. Sus arcos y
espadas reposaban en sus hombros y vainas, respectivamente, aunque
sobre los pomos de esas armas se encontrasen sus manos en tensión.

Se tomó un segundo para ubicar a la "harapienta" y estudiar su
reacción frente a los malos. Ella mostró una mirada contemplativa
ante la situación, pero nada más.

Luego, buscó con la mirada al líder de la caravana... quién yacía
sobre su caballo, boquiabierto.

Al notar su inacción, Hilltop se despojó de la capa, dejándola
indiferentemente en la carreta. Acto seguido avanzó hacia el
caballero oscuro que había hablado, con la mano derecha en alto.

"Veamos cómo salimos de esta", dijo para sí mismo, mientras caminaba.
Una inocente sonrisa apareció en su rostro.

* * *

¿Que pretendía hacer el hombre de la capa (ahora sin ella), y por qué
la sonrisa? ¡O sabía algo que no era del conocimiento del resto de la
caravana o era loco! - Concluyó la dama cuyo atuendo de batalla se
restringía a los harapos y un cuchillo de cocina envuelto en trapos
de dudosa higiene.

* * *

Aelensar, al unísono se ponía a paso calmado entre la caravana y los
caballeros, sin adoptar poses amenazantes - una cosa es saber dar
batalla, y otra comenzar una por gusto - se dio cuenta de que
su "buen juicio" y él estaban peleados. De por vida.

La sonrisa seguía en su rostro...

Aelensar observó como dos de los elfos que acompañaban a los
Caballeros Oscuros, quienes cerraban la "retaguardia", siguieron con
la vista sus lentos movimientos. Ninguno de los dos pudo evitar
interrogarse mutuamente con la mirada, tras buscar rápidamente con
sus aguzadas vistas, otras señales entre la caravana...

* * *

Mientras avanzaba la tarde, se hacia notablemente más fría. ¡Cómo
estar seguro de dónde venía ese gélido aire!.

Greg volvió a mirar al cielo, fugazmente. Luego volteó a ambos lados,
manteniendo en lo posible el cielo en su rango visual. Cuando volteó
a la derecha su cabeza siguió el giro tanto como su nuca lo permitió,
observando así la caravana. Todo esto duró lo que tardo en dar seis
lentos pasos.

Esa rápida inspección le permitió apreciar que los miembros de la
caravana, en general, parecían tan sorprendidos como el inútil
comerciante que "lideraba" la caravana. Al menos nadie había salido
corriendo como un niño,... lo cuál le recordó la presencia del
kender, pero el instante de alarma pasó de largo, cuando confirmó que
el kender parecía afirmar con su cabeza, gesticulando hacia el aire.
Aunque fuese un gesto nada común, al menos no vendría a extender la
mano a los caballeros, ni... lo que sería mucho peor... a lanzarles
puyas.

Fue cuando volvía a mirar a los guerreros malignos que notó al
mercenario. Se detuvo. Su cara mostró una seria expresión, pero sólo
por el más breve de los momentos. Después su sonrisa de simpatía
reapareció, pero esta vez concentrada exclusivamente en el valiente
hombre que estaba a su izquierda. Se mantuvo allí, con la mano en
alto por unos segundos, observando al hombre fuertemente armado. Un
hombre que cargaba una ballesta, si, pero se enfrentaba sólo con su
espada a una compañía de arqueros...

... arqueros mortalmente élficos. ¡Que irónica era la Quinta Era!

* * *

La vista de los arcos le incomodó sobremanera, ciertamente. Si eran
lo suficientemente diestros, esos arqueros acribillarían a la
caravana en segundos. Pero tampoco podía tolerar la idea de que
Gregory se arriesgara de un modo tan temerario. Entre la indecisión y
su propia timidez, Kieran tan sólo tensó sus músculos de las piernas,
dispuesto a auxiliar a Gregory de ser necesario, y desenfundar el
sable en la carrera. Viejos hábitos de entrenamiento militar
regresaron a su mente - "Si llegan a disparar, lo mejor es no
convertirse en un blanco fijo y apuntar hacia el bosque. Allí les
será más difícil encontrarnos". En resumen, pensó que de ser
necesario, pelearía por la vida de los integrantes de la caravana -
"Tal vez eso pueda redimirme" - pero estaría más a favor de la idea
de huir hacia el bosque, al unísono -"Daré la señal, aún si me cuesta
la vida.. y Gregory... espero que sepas lo que haces, ¡por Paladine!
¡Me disgustaría sobremanera tener que ir en tu ayuda primero que
nadie!"

Kieran sopesó una vez más la situación. Detalles nuevos afloraron en
su mente, trabajando incansable en una situación de vida o
muerte. "¿Arqueros elfos? ¿"Trabajando" para Takhisis? Si es cierto
que éste es un escuadrón de las hordas de la Reina de la Oscuridad,
entonces..."- volvió a dar una mirada nerviosa a su alrededor, los
arqueros y el líder. "Huir es casi imposible"- aseveró. "Nos cazarán
antes de que logremos escondernos bien en el bosque. Sólo quedan 2
opciones entonces: o proclamamos que no sabemos nada - lo cual es
cierto - (que es lo que espero que Gregory haga, caminando sobre
hielo delgado), o peleamos... pero llevamos una gran desventaja.
Aunque el hecho de que parecen tan confundidos como nosotros quizás
nos proporcione la ventaja del factor sorpresa..."- febrilmente, el
conocimiento militar acudía a Kieran en un raudal indetenible, hasta
que llegó a una decisión final: "Esperaré ver qué se trae Gregory
entre manos. Capaz y el chicuelo me enseña un par de cosas. Si eso
falla... bueno, no importará demasiado. Pelearé. Por Ellemir que
pelearé sin descanso". Miró al cielo en actitud nostálgica y luego
bajó la mirada hacia donde estaba el líder. En pocos segundos se
decidiría el destino. Apretó los dientes y los puños...

* * *

El líder de la caravana, un comerciante humano de nombre Lienkor
Pernan, de acento solámnico, ya entrado en los 30, parecía no creer
lo que había sucedido. Salió de su momentáneo trance de incredulidad,
al observar como se incorporaba el marinero, y caminaba con la mano
en alto, a la derecha de uno de los escoltas mejor armados.

Rápidamente desvió su mirada del marino que viajaba con los de la
carreta vacía, y la volvió hacia el líder de los imponentes
seguidores de Takhisis. Retomando los rieles de su conciencia,
adelantó su caballo con la menor brusquedad posible, y trató de
acomodar los músculos de su rostro para no mostrar el temor. Había
considerado bajarse del caballo, pero la esperanza de huir en caso de
ser necesario, y la poca confianza en que podría evitar el temblor en
las piernas, le convencieron de mantenerse en su montura.

Al empezar a moverse, y un poco temeroso de la vergüenza de que uno
de sus "clientes" hablara por él, alzó la voz (con una calma
claramente forzada), diciendo: "Honorables Caballeros, tengo el
agrado de informarles que hemos hecho nuestra travesía sin muchas
novedades. Hasta este momento, en que tuvimos la gracia de
encontrarnos con ustedes, hemos sido los únicos en el sendero. De
cualquier modo, no dudéis que estaremos alerta por la presencia de
esos peligrosos rebeldes."

El comerciante a cargo de la caravana nunca le pareció a la bella
pordiosera un hombre de gran valentía desde el principio del viaje,
pero al escuchar sus palabras dejaba su naturaleza al desnudo, estaba
segura de que si los sujetos le pedían todos los valores de la
caravana, el comerciante los ayudaría a transferir los bienes.. ¡y
guardarlos!. Volteó la mirada hacia los caballeros negros...

No fueron menos de 3 los caballeros que irresistiblemente sonrieron
ante tan absurdamente cordial respuesta, posiblemente arribando a la
misma conclusión que la harapienta. El barbudo caballero levantó las
cejas con diversión, y haciendo una mueca cínica con los labios
respondió, en el mismo tono protocolar con que el comerciante se
dirigió a él: "Si es así, y dado que no parece haber, en efecto,
nadie más en esta zona del valle, os solicitaré que seáis amables y
no opongáis resistencia mientras nos cercioramos de que ninguno de
los integrantes de vuestra caravana es uno de nuestros "peligrosos"
rebeldes Qualinesti." Y con este final de frase, hizo una señal con
la mano izquierda. "Caballeros Guerreros Uth Ewgan y Trevor, tomen a
5 de la Guardia Qualinesti y revísenlos. No olviden buscar en la
carga de las carretas." Tras esto, uno de los caballeros hizo
calmadamente un ademán a 5 de los elfos quienes se acercaron de
inmediato. Él, junto a los 5 qualinestis, y al otro caballero oscuro,
se adelantaron al Jefe de Garra, avanzando hacia el comienzo de la
caravana en un trote "calmado".

Ante esto, y observando el movimiento de Aelensar, los restantes
escoltas intercambiaron miradas, y tensaron sus músculos, con
indecisión en cuanto a si cambiar de posición o no. Originalmente
estaban relativamente igual distribuidos a lo largo de la caravana, a
ambos lados. Aunque la niebla quedaba atrás, entre los árboles,
parecía que el aire tenso que se respiraba en la caravana, parecía
más niebla que aire. Niebla de temor.

* * *

Ritchgard Blackmore, Caballero del Lirio Negro, casi no pudo contener
una risa verdaderamente descontrolada al ver las cómicas caras
asustadas de los aventureros. Era como si los viejos días de
escaramuzas en los bordes de Teyr volvieran; las caras de los
escuderos y novatos deformadas por el terror de tener ante sí una
carga de draconianos con sus alas extendidas. Tenía lógicas dudas
acerca de si sobrevivirían estos tiempos de pesadilla. -¡Por la Reina
Oscura, si alguna vez volvía! ¿cómo era posible que el futuro
dependiera de esos vulnerables seres?- exclamó para sí mismo,
reconociendo aún así que sentía simpatía por ellos. Sinceramente
extrañó a su verdadera montura, ella le habría aclarado que su deber
no era hacer filosofía. Con seguridad los viajeros morirían, si no
confrontaban la necesidad. "Son varios los que deberían pagar este
error. Y veré que así sea" - se dijo Blackmore, al volver la vista al
camino que tenía adelante.

* * *

"¿¡Las elfas!?" - pensó Aelensar - "¿Será a ellas a quienes están
buscando? Tenían pinta de estar escondiéndose de alguien..."

Inmóvil, repasó la posición de las elfas en la caravana, sopesando si
podrían esconderse a la revisión, en caso de desearlo.

"Bueno, si es por revisar ¡que revisen lo que les dé la gana!" -
pensó - "Pero esta caravana está bajo mi protección, y no dejaré que
ningún desgraciado caballero, por muy apoyado que esté, se lleve a
ninguno de los que viajan en ella."

Y con una expresión amarga, añadió para sus adentros -"Ni siquiera al
kender".

A medida que los elfos y Caballeros de Takhisis se aproximaron a la
caravana, Aelensar se aproximó a ellos tangencialmente. Su actitud no
era amenazante, pero era evidente que no se permitiría despegarse de
ellos demasiado. "¡Bien, señores!" - pensó - "veamos cómo llevan a
cabo su revisión..."

* * *

Al oír las pacíficas palabras del jefe de caravanas, Kieran pudo
relajarse un momento. "Muy probablemente no pase de una mera
revisión. No creo que tengamos algo que ocultar ¿o sí? A menos que
estén buscando a ese par de elfas"- dudó el veterano -"¡no han
ocultado muy bien el hecho de ser lo que son!" - y aquí la faz de
Kieran cambió a un ligero aire despectivo, y miró brevemente hacia
donde se suponía que estaban dichas beldades - "no hay mucho de qué
preocuparse, pero si se les ocurre ligarnos como cómplices de
resguardarlas..." -se estremeció al imaginar la carnicería que podría
surgir de cumplirse tal hipótesis. "No soy partícipe de pelear aquí y
ahora, a menos que se me presente el caso. E incluso entonces..."-
imágenes de años atrás se presentaron en su conciencia, y cerró los
ojos en un ademán fútil para alejarlas.

Sacudió su cabeza, esperando aclarar sus ideas.

* * *

La harapienta, quien no recordaba haber recibido entrenamiento
militar, sintió que su sangre se avivaba ante la tensa situación.
Para ella estaba sorprendentemente claro que la falta de liderazgo en
la caravana iba a ponerlos en situación difícil si se producía un
conflicto, los mercenarios carecían de una dirección a tomar. En
realidad como que nadie sabía que hacer, los caballeros parecían que
iban a tomar el control de la caravana... parecían moverse como uno
sólo, bajo la mirada de su líder.

* * *

Greg Hilltop odiaba sudar. Y el sudor húmedo en su nuca parecía
además estar tomando la contextura de la leche agria.

Desde el momento en que el solámnico hablara, hasta que fue
respondido por el líder de garra, su expresión sufrió una larga
transformación, hasta parecerse mucho a la del hombre que, montado a
caballo, comandaba la caravana.

De repente Greg volvió a ser él mismo y su sonrisa reapareció.

"¡Salud, Caballero Oscuro! ¡Pueda Sargonnas volver también y dar
justo castigo a nuestros ofensores!"- exclamó en la lengua de Ergoth,
amistoso.

"No hemos visto rebelde alguno, mas si en verdad los buscáis,
deberíais volver vuestra vista al sur y al oeste, hacia donde los
árboles se espesan; es allí donde aquellos que han causado vuestra
cólera se refugian. Aquí no conseguiréis más que súbditos humildes
de..." -rápidamente cambió a abanisinio- "La Muerte Verde" -y
volviendo a ergothiano concluyó, "y viajeros bien ocupados".

"No pretendo retaros, no yo; pero la situación es incómoda y, a menos
que poseáis poderosa magia, vosotros tenéis muchas millas que
recorrer para llegar ante vuestro superior y evitar que la cena se
enfríe. Consideradlo bien: estamos a menos de una milla de Solace y
la patrulla debe estar por hacer su ronda. Podéis volver con vuestras
manos vacías pero completos, o con las manos vacías excepto por
varios cadáveres sobre los lomos de sus caballos. ¿Qué le dará más
gloria a vuestra Oscura Majestad? ¡Nosotros no llevamos rebeldes y
vosotros ya habéis fallado, ¡no hagáis vuestra desgracia mayor!"-
argumentó, con gran seguridad de sí mismo, Greg en el mismo tono
respetuoso y jovial.

* * *

"Valiente y descabellado a la vez" -pensó Kieran Carr al escuchar el
insólito diálogo de Greg. "Al menos espero que eso les enseñe a no
ser tan... arrogantes" - reflexionó dejando escapar un suspiro de
cansancio adelantado. Dado que evidentemente esas palabras
provocarían una pelea, de por sí inminente, Kieran volvió a tensar
sus músculos y miró rápidamente a su alrededor, en búsqueda de
guerreros que ya estuvieran aunque fuera medianamente prestos para la
lucha, como él. Aparte de los 5 mercenarios, el par de elfas, y su
compañero... la búsqueda había sido inútil. Con toda seguridad el
pasto lucirá rojo en este atardecer, por razones más dramáticas que
el periódico rubor del Sol de las tardes.

* * *

"¡Está definitivamente Loco!". A la pordiosera no le quedaba la menor
duda de que aquí correría sangre, luego de escuchar las palabras del
apuesto marino. Rápidamente miró a sus alrededores para medir la
situación. Quería ver la reacción del guardia en la carreta donde
viajaba el marino ante la osadía de su acompañante. Los mercenarios
estaban tensos y todos mantenían una mano posada sobre un arma de
algún tipo, aunque claramente no deseaban desenvainar inoportunamente
sentenciándolos a todos a muerte.

A todas estas había perdido de vista a la persona bajita (¿Kender era
su nombre? ¿o su raza? estos son los problemas de lidiar con memorias
con muchos huecos) -"¿a dónde se habrá metido? ¿estará a la cabeza de
la caravana?"- se preguntó la humana.

Optó por acercarse a las elfas y al anciano ya que tenía una
corazonada que todo esto tenía que ver con ellos. Si estaba
equivocada igual habría mayor seguridad en grupos.

Siguiendo la mirada divertida (extraño asunto, dentro de este
contexto) del anciano, encontró que las dos personitas que buscaba
estaban a punto de ser ignoradas dentro de la revisión de los
caballeros, a juzgar por la dirección que estos llevaban,
encaminándose directamente hacia el guardia que iba al frente de la
caravana.

* * *
"¡Uth Ewgan¡ !Trevor! Continuad vuestro trabajo"- exclamó molesto el
jefe de la garra de Caballeros de Takhisis al ver que sus caballeros
titubearon ante las palabras de Greg Hilltop.

"Disculpadme que no me fíe de vuestras inteligentes palabras, maese
marino"- respondió con gravedad al intrépido humano echando un último
vistazo a sus alrededores. "Si fuese cierto que estamos en las
proximidades de Solace, y esto no es una simple ilusión de uno de sus
elfos fugitivos, entonces comprenderéis no habría problema (para
ustedes) en que verifiquemos la identidad de los que os acompañan. El
riesgo lo asumimos nosotros, no ustedes. Os doy mi palabra de honor
de que no se os hará daño si cooperáis. ¡Que la Reina de la Oscuridad
me abandone en el abismo si llegare a incumplir mi promesa!. Ahora
que... sería lógico que la seguridad que tenéis de la llegada de una
patrulla de Legionarios en cualquier momento debería inclinarles a
acceder pacíficamente a la revisión"

"Si por el contrario, mostráis resistencia a nuestras intenciones,
supondré simplemente que desconfiáis de la duración o efectividad de
vuestro sortilegio, y lamentareis altamente vuestra existencia." -
Dijo con ojos centelleantes, deteniéndose en el gesto que había
iniciado para envainar su espada, momentos atrás, y luego
culminándolo con brusquedad.

"Con esa hábil mente, mi amigo, comprenderá que llegar con las manos
vacías a mis superiores, habiendo sido burlados por una tonta
ilusión, no me permitirá sino cualquier otra cosa, entre la
humillación en la Orden, hasta pasar a convertirme en la cena de los
secuaces de La Muerte Verde, como bien has optado por llamarla. Así
pues, prefiero que encontremos la cena tan fría como el muro de
hielo, a permitirnos un fracaso por omisión"- concluyó con amargura
el Caballero del Lirio.

"Os hago una última concesión, hipotéticos inocentes viajeros de las
planicies Abinisinia:"- dijo antes de permitir que se le diese
respuesta a sus palabras- "si acabáis con la ilusión en este momento
y os rendís, les perdonaremos la vida y seréis hechos prisioneros. Se
os tratará con el debido respeto que tiene aquel que acepta su
culpabilidad con gallardía. En cualquiera de los casos, os ordeno
colocaros todos ordenadamente al costado izquierdo de cada una de las
carretas, incluso si no viajáis en una, descubrid vuestros rostros y
poned vuestras armas en el suelo dos pasos frente a ustedes"- exigió
el Caballero Guerrero, autoritario- "Caballeros"- prosiguió
refiriéndose a los restantes caballeros de Takhisis que quedaban tras
él- "Aseguraos que nadie escape o se esconda".- tras lo cual se
empezaron a desplegar a lo largo de la caravana, por el flanco
izquierdo, acompañados por la Patrulla de Guardias de Qualinesti.

"Ustedes también. Deponed vuestras armas."- demandó por último,
señalando a Hilltop, al líder de la caravana (claramente palidecido),
y a Aelensar.

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