miércoles, 7 de noviembre de 2007

Brisas de Alivio / El Plan de Hilltop - Compilación #3

-12 de Septiembre, año 32 Saer Cataclius.



Brisas de Alivio

Gwydeon el medio-elfo les dirigió una mirada de aprobación, ya la ira se había
ido de sus ojos, después de todo, eran sus hermanos. Alcanzó tan sólo a decir
gracias, mientras recogía del suelo el extraño paquete, el cual se guardó
en su alforja, atada a la cintura. Rápidamente se giró hacia Argento, que
hacía ya el intento de cortar las cuerdas. Había aprendido que era una
buena idea escuchar los consejos de un Legionario...

Argento ya tanteaba las cuerdas de las boleadoras con una mano, mientras
acercaba con premura pero firmeza su enorme hacha para rozar con el filo
las fibras que lo inmobilizaban. No quería detenerse a buscar su cuchillo,
pero tampoco se arriesgaría a blandir violentamente su hacha para librarse.
Siendo que su hacha siempre estaba bien afilada, con seguridad no tardaría
en lograr su objetivo. Si tan sólo pudiese oír y ver lo que ocurría a su
alrededor podría evitar el empezar a ser ganado por el pánico.

Al ver cómo se alejaban los encapuchados, Gwydeon echó una vista rápida a
su amigo, que seguía intentando cortar las cuerdas. Se movió hacia él, con
la cautela suficiente para que el mismo no recibiera daño del mismo
Argento, ya que podía ver que sus ojos estaban cerrados (probablemente
efecto de la magia) y podría confundirlo con un enemigo. Se colocó detrás
de él, rápidamente, y empezó a palmear sus hombros. Sin embargo no podía
dejar de estar alerta por si Argento no lo reconocía...

* * *



El Plan de Hilltop



Tarasal realizó su mejor esfuerzo por dibujar en sus mapas detalles de cómo
lucía el bosque de hace algunos instantes y cómo lucía la pradera luego que
éste desapareciera... pero su empeño se debatía con el interés que tenía
por el duelo que estaba por comenzar...

...las consecuencias de ese debate no dejaron de hacerse presentes en el
resultado de sus bocetos, evidentemente.

El Caballero Oscuro miró ceñudo el raro espectáculo de la "desaparición" de
lo único que a él le parecía más o menos creíble de la escena, los árboles,
y pareció meditar por unos segundos su situación.

"Tal parece que lo que parecía ilusión se muestra como real, y lo antes
real se desvanece de la vista de forma burlona. Aunque nos encontremos en
las cercanías de Solace como ustedes aseguran, este duelo se ha de llevar a
cabo."

Tarasal se apresuró a transcribir esas palabras en su libro, interrumpiendo
bruscamente su bosquejo, a la vez que le decía a su compañero que prestara
toda la atención en lo que estaba por acontecer, pues él sería su mayor
colaborador en la posterior redacción de aquel interesantísimo capítulo de
su viaje en la caravana.

El taciturno compañero lo miraba con ojos extraviados intentando comprender
lo que se exigía de él.

"No esperaba menos!" - pensó Aelensar al escuchar las palabras del
aparentemente honorable Caballero de Takhisis. Ya sentía la espectativa del
combate a su alrededor, y cómo sus músculos se contraían, anticipando la
batalla. -"Pero, que me devore la oscuridad, no entiendo qué es lo que pasa
con ese maldito bosque!" - Frunció el ceño, al pensar una vez más en cuánto
le molestaba su poco entendimiento de la magia.

"Aún los legionarios" - prosiguió el Caballero - "deberían tener la
sensatez de esperar la finalización de este duelo antes de intentar obrar
en nuestra contra" - hizo una pausa dramática, como para dar intensidad a
su afirmación, y continuó- "No será necesario que exijáis el complimiento
del acuerdo, pues éste será respetado por mis caballeros" - dijo mirando
con severidad a sus seguidores, en especial a los elfos.

Tarasal acompañando la alegría que había mostrado su compañero de viaje
Greg hacía unos momentos, comenzó a gritar palabras de ánimo y apoyo al
valiente mercenario: "¡adelante! ¡que comience la justa! ¡no debéis hacer
caso alguno a esas palabras!".

"El código indica que el más apto de los integrantes de la garra será el
encargado"- dijo señalando a un fornido caballero cuya montura llevaba a
cuestas una gran espada. El señalado hizo una reverencia y avanzó dos pasos
su caballo como gesto de aceptación de su designación, sondeando las
expresiones de sus compañeros. "En caso de que los restantes lo consideren
poco apropiado," -prosiguió el Jefe de Garra -"deberán retarlo luego a
muerte para tomar su lugar... pero estas menudencias no son de vuestra
incumbencia."- advirtió el Caballero Guerrero, cerrando el tema rápidamente
para atender a cuestiones más relevantes.

"¡Qué no escape nadie, mientras se resuelve este duelo, caballeros, y no
intervengáis!"- y dicho esto descendió de su caballo y desenvainó su
elegante espada larga.

Observando al Líder de la garra desmontar, Greg dio dos pasos hacia atrás,
para inmediatamente, y sin frenar su movimiento, girar sobre la pierna
izquierda ciento ochenta grados. Ubicando a Kieran se dirigió a él, primero
con pasos resueltos y luego con largas zancadas. Su actitud parecía casual,
y su eterna sonrisa se extendía en su rostro con cada paso.

Sin perturbarse el retador Caballero continuó - "Si no deseáis que el
combate finalice con vuestra muerte, honorable guerrero, pedid clemencia, y
os será concedida. De lo contrario, iréis a donde quiera que van las almas
en este mundo olvidado por sus dioses".

Con voz firme, el mercenario respondió a su contrincante: "Aquellos que
entran al campo de batalla a matar por la espada, han de estar preparados a
morir por la espada. Si quisiera clemencia, me podrías ver de mendigo, y no
de guerrero. No estoy entrando a esta pelea a pedir clemencia, así como
estoy seguro de que tú tampoco. No exijo muertes... Pero no rogaré por mi
vida..."

"Todos observen la valentía de nuestro Ael" continuaba diciendo la voz
chillona... y de repente en tono burlón dijo "y miren la actitud
escurridiza del campeón de la Reina Oscura", "¿quién demuestra ante
vuestros ojos que desea combatir y quién no?", "¡Aja!, ¡como que tiene
miedo!" y dicho esto, el kender empezó a gritar cada vez más fuerte "¡tiene
miedo!, ¡tiene miedo!".

El Caballero se sonrojó de ira, y pareció que iba a embestir al kender, en
lugar de al mercenario, pero uno de sus hombres puso su mano con firmeza
sobre su hombro diciéndole en voz baja: "¡la visión, mi señor, revisadla
antes de continuar!". El caballero se detuvo, miró levemente hacia el
horizonte como quien recuerda las palabras de su padre, y su expresión se
tranquilizó, adoptando una faz seria, inmutable, resuelta. Mirando
nuevamente a Aelensar a los ojos, hizo una seña con la mano izquierda a sus
subalternos.

Los hombres de maliciosas armaduras y los Guardias Qualinestis se empezaron
a distribuir a lo largo de la caravana en actitud vigilante, mientras el
Líder Oscuro, arrojaba su capa sobre su montura, se alejó lateralmente de
su caballo unos 5 metros, e hizo un gesto levantando la espada hacia su
frente, y haciéndola descender con el filo vertical, muy lentamente, hasta
que la punta rozó el suelo, en dirección hacia Aelensar. No se molestó en
descolgar el escudo de su caballo.

El kender eliminado el tono burlón de sus palabras, dijo con la "seriedad"
que correspondía al caso: "Bravo, por el audaz Caballero nariz de águila",
"que comience el combate".

Aelensar, a su vez, hizo lo propio. Desmontando de su caballo, se despojó
de aquello que pudiera entorpecerle en el combate (su capa de viaje, por
ejemplo, aunque se quedó con su ballesta. Era lo bastante pequeña como para
no molestarle durante el encuentro, y nunca se sabía cuándo se necesitaría
otra arma), e hizo algunos estiramientos y mandobles con su espada (unos
cuentos días a caballo bastan para entumecer al más pintado). Dió un
rápido vistazo alrededor, para conocer el terreno, y tratar de ver
cualquier característica del mismo que él - o su enemigo - pudiera usar en
la batalla.

Sin esperar más, Ael se cuadró frente a su adversario... "Bien, amiga mía,"
- dijo sólo para él y su espada - "una vez más, como tantas otras, es hora
de demostrar cuánto valemos." - Y una vez más, como tantas otras, sonrió...

No bien el Jefe de Garra culminó su invitación a la batalla la negra y
metálica figura, se oyó la impertinente voz del anciano: "¡Enciéndan una
luz, por Gilean! ¿Qué no ven que ya se ocultó el sol?". Ante esto, en 5 de
las caravanas se encendieron antorchas, y sus ocupantes se acercaban
caminando lentamente a observar el combate.

"¿¡Giiileaaan!?"- Exclamó con sorpresa el kender, que se había sentado
cruzando sus pies sobre el pasto, viendo con curiosidad hacia el anciano.

Tarasal observó al anciano con gran curiosidad, debería hacerle algunas
"pocas" preguntas. Sumergido en estos pensamientos comenzó a recordar sus
viejas aventuras, cuando fue compañero de un Aésteta de la Librería de
Palanthas. Recordó la admiración que llegó a sentir por él y cómo ésto le
desarrolló el gusto por plasmar sus vivencias de manera escrita. Tarasal
sintió revivir sus anhelos de publicar sus libros. También recordó que se
dice Gilean fue el dios de la neutralidad y conocía la historia de Kryn
desde su nacimiento hasta sus últimos días, "¡Oh! ¡cómo me gustaría poder
hechar un vistazo a ese libro de Gilean!", dijo para sí el kender.
Volviéndo nuevamente su atención sobre el anciano, le dijo "¡si hay que
encender una luz por Gilean, que así sea!"- tras lo cual procedió a buscar
su yesca y pedernal, y empézó a encender una antorcha. Cuando el duelo
terminara iría a convesar con su "buen" amigo el anciano.

Después de echarle un desconfiado vistazo al "tranquilo" kender, Greg
Hilltop bordeó la carreta que lo separaba de la de su grupo por el lado más
alejado de él, tomando su capa mientras se acercaba al otro marino de su
grupo. "Kieran, viejo amigo", dijo, "acércate. Vamos a ganarnos el día".

Sumido en oscuros pensamientos de indecisión, Kieran probablemente no se
enteró de la presencia de Greg Hilltop hasta que ya éste estaba a su lado.
"¿Huh?" Despertando de su ensoñación, Kieran dejó de observar fijamente al
suelo "¿Qué deseas?".

El Guardia de Ciudadela frunció el ceño y prestó atención a lo que se
hablaba por sobre él, con preocupación. Aún esperaba ser pasado por alto,
pues no son pocas las penas y torturas que le esperan a un Guardia de
Ciudadela en manos de caballeros de Takhisis. Sin embargo ya se las había
arreglado para colocar su escudo entre sus pies, y sus ojos no perdían de
vista al grupo de caballeros oscuros.

Mientras el circunspecto marino se acercaba, Greg miraba hacia el sitio
donde se celebraría la justa, y acomodaba su capa azul sobre sus hombres,
moviéndola presuntuosamente hacia arriba, hasta lograr plegarla de manera
tal que sus impecables ropas no quedasen cubiertas al frente por esta.
Volteó la cara y sonrió maliciosamente a su compañero.

Con una expresión de franca perplejidad, Kieran se acercó al simpático,
aunque extraño muchacho. "¿Ahora qué trama...?" se inquirió. La sonrisa
maliciosa que le dirigió le confirmó la sospecha de que Gregory tenía un
plan.

Los rayos más rezagados del sol ya desaparecían. La voz de Gregarious
Hilltop se volvió un susurro mientras empezaba, rápidamente, a hablar en el
rudo y vulgar estilo de Ergoth de los marinos, usado desde Daltigoth hasta
Puerto Balifor en la mayoría de las cubiertas de los barcos. Esto
desconcertó un poco al Guardia de Citadel, quién hizo lo posible para
entender lo que se estaba fraguando frente a sus narices.

"Carr", dijo Hilltop en un tono serio, poco usado por él, "evitemos más
problemas. Ve hacia la proa de la caravana, y di a cada escolta que apreste
sus dardos, y ponga su atención en ese hombre", dijo dirigiendo
disimuladamente su mirada hacia el hombre designado por el líder de la
garra como su sucesor, asegurándose que Kieran entendiera al apoyarle con
firmeza una mano en su cadera, e insinuando con esta un giro en dirección
al guerrero oscuro al que se refería. Sin esperar respuesta continuó.
"Deberán verlo fijamente, que sepa que él es el blanco. No te molestes en
avisarle al capataz. Muévete como el viento, rápido y que se vea, y si los
nerakeses preguntan algo, que no digan nada, sino que me señalen a mí. Yo
haré lo mismo hacia popa. Que tensen cuerdas, sin apuntar cuando el nuestro
gane".

A medida que su compañero hablaba, la faz de Kieran se contraía más y más
en una mueca de disgusto, sin embargo, no lo interrumpió. Cuando finalizó
exponiendo su plan, Kieran respondió, también susurrando: "Si he de ser
franco, muchacho... Tu idea es excelente, pero no me gusta. No estoy
acostumbrado a atacar por la espalda". Súbitamente se detuvo, y sus cejas
se fruncieron."¡Qué mentira más grande!", pensó con amargura. "Bien, el
caso es que mi formación me lo impide... Me inculcaron una disciplina
rígida ¿sabes?" Cruzó sus brazos. "Sin embargo, es cierto que estamos entre
la espada y la pared. Puedo dar las órdenes, pero insisto en que los
guardias disparen exclusivamente si es necesario. Si la vida del mercenario
está en serio peligro, por ejemplo. El hecho es que no me gusta ver sangre;
las razones me las reservo. ¿Estás de acuerdo, o tendremos que negociar
otra solución?"

De nuevo, por sólo un instante, la expresión de Greg cambió, tornándose en
el gesto serio de un juez observando al prisionero al que a continuación
condenará a muerte. Sin embargo, esto pasó sólo mientras terminaba de
escuchar a su compañero. De inmediato su sonrisa, y su respuesta estuvieron
allí, rápida y baja esta última. "Kieran, viejo lobo, no tenemos tiempo
para esto. Por supuesto que yo tampoco deseo sangre, y eso es lo intento
evitar. Usa el miedo a la espada, más no la espada. ¿No es ese mi lema? El
escolta salvará su vida o no dependiendo de sus habilidades. Su suerte está
echada. Pero por lo demás yo no dije que los escoltas debían disparar, sólo
asustar. Y por cierto: ese duelo es a muerte". Greg subrayó sus últimas
tres palabras. "¿Harás lo que digo?", preguntó retomando su tono serio.

"Afortunadamente, estamos buscando lo mismo. No soy partidario de
entrometerme en lides ajenas, pero la situación es grave. ¡Ojalá que todo
termine bien, al menos! Lo haré". Acto seguido, Kieran se dio la vuelta
hacia la proa de la nave, tan sólo para volverse de nuevo. "Gregory... ¿y
si nos descubren?" Lleno de aprensión, observó hacia los arqueros elfos
apostados a lo largo de la caravana, incapaz de ocultar un poco de
nerviosismo.

"Mierda, Carr. ¿No lo he dicho antes? Quién no ha hecho nada malo no está
asustándose de su sombra. Ve abiertamente, y si alguien pregunta me señalas
a mí. Lo mismo va con los escoltas". Greg se volteó y emprendió su camino
hacia el final de la caravana, cerciorándose que a nadie le hubiese llamado
la atención su conversación y del estado de la justa.

Luego de la breve conversación, Kieran se dio la vuelta hacia el frente de
la caravana. Una gran tarea lo aguardaba, y en cierto modo se sentía
aliviado. Algún día, se prometió, no dependeré de nadie para cumplir mi
destino. Pero por ahora, tendré que esperar. Siguiendo al pie de la letra
las instrucciones de Greg Hilltop, se dirigió con paso firme al escolta más
cercano, dispuesto a difundir el plan...

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